Tomado de Reflexiones de la maestra Petra Llamas.
Los límites, tanto en la escuela como en la casa, proporcionan una gran seguridad a los niños, ya que con ellos saben lo que pueden o no hacer, el porqué y las consecuencias de no cumplirlos. Por otro lado, los padres necesitan unir esfuerzos con los maestros y no actuar en casa con un código de conducta diferente al que se aplica en la escuela, cediendo a los caprichos de sus hijos y desautorizando a los maestros.
Me gusta mucho lo que dice al respecto, Maimónides (filósofo cordobés del siglo XII): "Así como uno debe honrar y temer a su padre, también está obligado a honrar a su maestro, incluso más que al propio padre. Porque si bien éste lo ha traído al mundo, al enseñarle es el maestro el que lo introduce al mundo por venir".
Sin embargo, a pesar del la exaltación que hace Maimónides del maestro, hay que señalar que en algunas ocasiones también es responsable de la falta de disciplina en el aula, cuando se niega a exigirles temiendo perder el apelativo de “buena onda”; o cuando no planifica sus actividades y no prepara las clases; o cuando no tiene ninguna metodología que le ayude a organizar su trabajo en el aula. Todo eso lo captan los alumnos enseguida y tienden a cooperar con el desorden del maestro, haciendo más grande el caos.
La disciplina escolar bien entendida es la que contribuye al logro de los objetivos educativos, por tanto, empieza con la construcción de ambientes que favorecen el aprendizaje; que contempla también una excelente planeación del trabajo y una organización eficaz; que desarrolla además la fuerza de voluntad y el autodominio del alumno, entre otros valores; y sobre todo, que maneja abiertamente, normas, consecuencias claras y mucho respeto.
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