viernes, abril 18, 2014

Cruz y ficción en San Juan de Guadalupe

La mañana del viernes santo tembló, 7.5, y algo se sintió en estos lares. Poco antes de que empezara la representación de la muerte una nube de abejas negras se avalanzó sobre la multitud que esperaba, desatando comentarios sobre las bíblicas plagas, sobre la reciente luna de sangre, aunque los insectos se perdieron poco a poco encima del templo. De esas coincidencias que nos hacen pensar. Casualidad o causalidad, sabrá Dios.

Desde hace más de 50 años la tarde del viernes santo el jardín del barrio de San Juan de Guadalupe de San Luis Potosí se vuelve tianguis, corazón de la ciudad. Los policías, metralleta en mano, cierran el tráfico. La gente va a ver en vivo la pasión de Cristo entre puestos de fritangas, ropa, pepitas de calabaza, chamucos y orejas (de pan), agua y hasta sombreros metálicos unisex, no muy estéticos pero al parecer muy funcionales. Le calculan unas cinco mil personas repartidas en el atrio de la iglesia y en buena parte de la avenida Himno nacional, frente a los 10 escenarios colocados en un costado del jardín. La obra más vista en esta ciudad.


Lo escrito, escrito está, mas se vale improvisar. Las risas de los villanos atraen chiflidos y una que otra mentada. El realismo de los azotes que propinan el verdugo Malco y Samuel de Belibeth (el judio errante) provocan murmullos, las voces de Claudia (esposa de Poncio Pilatos) y Jesús resultan demasiado sufridas. Todos los celulares arriba. El micrófono de solapa de Caifás no funciona, pásenle otro para que pida la muerte del hechicero y la liberación de Barrabás.


¿La de morado es la mamá de diosito?, pregunta un niño. Mujeres de tacones, otras cargando al perro, señores adoloridos de tener a hombros al junior. Los familiares de los actores se mueven al paso de las escenas, para dar testimonio (en foto o en video). Una señora pasa echando codazos para ver mejor, aunque los de sombrillas, sombreros de extraterrestre y con niños en los hombros no la dejan agarrar lugar. Una pareja entrada en carnes, vestida de azul, está fajando muy a gusto, tapando el paso. Una señora mueve su silla plegable para ver entre una familia los gestos de Simón de Cirene.

Aunque nublado, el sol quema. Tengo sed.


Los soldados romanos juguetean con el agua que le niegan al ya judio errante, y mojan al fotógrafo Marcelo Palacios, que sin yelmo no puede defenderse. Todos ríen, reímos.

Algo está mal en las cruces. Uno de los ladrones, ¿Dimas o Gestas?, requiere de masaje en pies y piernas, al parecer víctima de un calambre. Jesús muere y suenan los cohetes, la zona se llena de humo. Jesús deja caer el brazo derecho, que mantiene a su espalda. Es difícil bajarlo y tienen que intervenir casi todos los centuriones.

Historia que todos conocemos pero en vivo es semilla de historias múltiples.

Entre la multitud me encontré tirado un denario de plata. Parece auténtico. ¿Dónde estarán los otros veintinueve?


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