sábado, octubre 01, 2011

A propósito de la memoria y el movimiento*

¿Hasta dónde llegan las memorias de cada quién? ¿Cómo recordamos? ¿Desde dónde? El Festival Internacional de Danza Contemporánea Lila López es, dijera un conocido escritor, no como lo vivimos sino como lo recordamos, y por eso todo intento de aprehenderlo, de mostrarlo, debe ser desde una perspectiva personal, aunque intente ser objetiva.

Hay en el libro que hoy se presenta un acercamiento al Festival, desde una perspectiva institucional. Hay carteles, fotos y nombres de las compañías que han desfilado por esta fiesta a lo largo de 30 años. Como en toda memoria, hay faltantes, y hay recuerdos que uno insistiría que deben estar. Y es que, aunque personal, la memoria es construida socialmente, y en ese sentido hay muchas personalidades, música y palabras que han hecho que recordemos cada edición o algunas funciones, o han hecho que los olvidemos, pues como los silencios en la música también la desmemoria es una forma de dar importancia (o no) a algunas sensaciones.

Hoy que veo lo que escribí para este libro veo la falta de datos, de acercamientos a muchos aspectos. No solo nombres. Hoy la invitación es que recordemos todos. A que memoricemos.

Deben mencionarse esfuerzos anteriores, colectivos e individuales. Acaso los cursos y los concursos, las exposiciones, los ganadores de premios y los homenajeados, acaso las anécdotas y las palabras. En ese sentido, es necesario revisar todos los recuerdos y sentimientos contenidos en el libro de Carlos Ocampo, Memoria de una utopía. El festival Internacional de Danza de San Luis Potosí (1981-2000), una muy completa relación de cuanto pasó en esos años en el festival.

Como huellas de esta fiesta hay otros libros, algunos archivos documentales y fotográficos que deberían estar al alcance de todos los estudiosos y todos los entusiastas, aunque pesan a veces burocracias y egos, instrucciones y alternancias en el gobierno.

Desde que falta Lila, han sido demasiados cambios, para bien o para mal. A veces se busca perpetuar su legado, la idea que alguien tiene de lo que hubiera querido Lila; otras, el lucimiento de alguien o bien subsanar lo que consideran fueron errores u omisiones de la fundadora del festival.

Lila López llegó a San Luis a hacer lo que algunos llamaban labor de maestra rural, cuando todo estaba por hacer, como le contó a Óscar Flores. Líder del tipo carismático, Lila buscaba apoyo y colaboración pero, aunque delegaba tareas, todo lo que se hacía en el festival regularmente pasaba por sus manos. Francisco Illescas, de Barro Rojo, por ejemplo, reconoce su “trato justo” y su “paciencia de misionero” hacia los bailarines, “esta especie rara, insólita, extraña y caprichosa”, y menciona que entre los pecados menores del festival pudo estar no incluir a todos los grupos locales.[1] Alguna vez el divo potosino José Rivera fue más allá y acusó al festival de ser “un encuentro en el que se juntan los amigos de Lila” y dijo que no volvería, lo cual, para bien del público, no cumplió.[2]

Se extraña la voz de los periodistas, a veces irónicas, a veces amistosas, pero siempre con enseñanzas, pues ya casi no hay crítica de danza a nivel local. Se extrañan también las discusiones del Encuentro Internacional de Críticos de Danza, donde nos dábamos cita, como escribió Dora Luz Haw, “desde los cáusticos e intolerantes hasta los ecuánimes y propositivos, construyendo con ladrillos argumentativos los cimientos para sostener la importancia de su trabajo”. O como escribió Óscar Flores, “desde el decano hasta quien siente vergüenza de asumir su condición, del cosmopolita a quien se enfoca en la región, del feroz al ecuánime, de la disquisición filosófica o literaria al performance”.[3]

Otra huella: la oferta dancística en San Luis Potosí y sus resultados hacia afuera. En 1869 el escritor Tomás de Cuellar se quejaba de la doble cara de los potosinos y de su exilio en San Luis Potosí: “Esta triste peregrinación que se llama vida, es más triste aún, si el destino le señala a uno por residencia este extenso valle con la ciudad por cárcel, con la Alameda y el Santuario por paseos, con el Alarcón por teatro y con el aislamiento por consuelo”.[4] Mucho ha cambiado la ciudad y mucho sus habitantes, y de la iniciativa de Lila han surgido grupos de danza institucionales e independientes, con sus asegunes siempre, con sus aciertos. Bailarines como José Rivera y más recientemente Fernando Domínguez son buena muestra de que en este lugar se puede iniciar una carrera en la danza.

Han sido 30 años de llenos en el Teatro de la Paz, el Centro de Difusión Cultural Raúl Gamboa y otros teatros que esporádicamente se agregan a la celebración. Ello, y la variedad de respuestas en la recepción de obras y compañías, así como las votaciones de mejor coreografía del FIDCSLP-LL, han llevado a pensar a muchos creadores y críticos que el público del festival es conocedor, y que ese conocimiento, producto de estos treinta años, ha fomentado el acercamiento a las artes de personas de distintos círculos sociales. Carlos Ocampo nos hablaba de mutaciones anuales, de construcción de preferencias y afinidades, de una posibilidad de satisfacción para personas diversas con avidez estética.[5]

Así, para Víctor Sandoval, “los habitantes de SLP han hecho suyo el festival”, para Mabel Diana “el público de San Luis es magnífico. No te lo imaginas desde el DF o desde otro país. Al principio la entrada era gratis: el movimiento que se daba era cómico. Entraba todo el que quería y si algo no le gustaba se salía a media función. Pero algunos empezaron a quedarse, a tener sus grupos queridos”. Carmen Alvarado, actual directora del Provincial, dijo a Ocampo que “el sindicato de boleros compra, año con año, las primeras filas del Teatro de la Paz para que sus agremiados acudan a las funciones”.

Saúl Maya asegura que el público forjado por Lila en SLP “distingue perfectamente un evento con calidad artística de uno que no lo es”, y Miguel Mancillas añade que “incluso las obras malas y carentes de rigor son aplaudidas […] Aquí la medida no es el tamaño del aplauso sino la reacción que percibes cuando la gente te habla de tu obra en la calle” y propone algo que nadie parece haber oído: “La asistencia debería estar creciendo y obligando al municipio a construir otro teatro para poder hacer más funciones, generar más bailarines y grupos”.

Respeto o falta de crítica, todas las funciones cierran con aplausos. José Rivera aclara que al principio no era así, que había abucheos cuando una obra no gustaba, pues “el público no aceptaba cualquier cosa. Ahora les aplaude  todos. Como si todo fuera maravilloso”. En las primeras ediciones del festival el público se involucraba y había maestros y coreógrafos que prendían la mecha gritando ¡que se bajen! O ¡fuera! ¿El que ya no haya esa respuesta es un avance o un retroceso? Claudia Desimone encuentra “patético que lo que sucede en el escenario no sea tan importante como la fiesta que se genera alrededor”.

Este es un fragmento de memoria, que se ha construido durante muchos años. Ojalá haya más esfuerzos y cada vez más incluyentes, con más cabezas dedicadas a edificar la memoria colectiva, desde nuestras diferencias y con todos nuestros sentidos. Para eso fue planeado el festival. Para gozarnos en cuerpo y alma.

* Texto leído durante la presentación de las Memorias del Festival Internacional de Danza Contemporánea Lila López, en su XXXI Edición, en agosto de 2011.

[1] Francisco Illescas, entrevistado por César Delgado Martínez para Lila López. La danza en el solar potosino, Conaculta /IPBA/ Secretaría de Cultura, p. 81.
[2] Ibíd., p. 82.
[3] Citados por Carlos Ocampo en Memoria de una utopía. El festival Internacional de Danza de San Luis Potosí (1981-2000), Conaculta/ INBA/ IPBA / Secretaría de Cultura de SLP, 2001, p. 203.
[4] La Ilustración Potosina, Semanario de Literatura, Poesía, Novelas, Noticias, Descubrimientos, Variedades, Modas y Avisos, 1869, por José T. de Cuellar y José María Flores Verdad. Edición facsimilar de Ana Elena Díaz Alejo. Estudio preliminar, notas índices y cuadros de Belem Clark de Lara, UNAM, 1989, p. 79.
[5] Carlos Ocampo, op. cit. Todas las citas de este fragmento corresponden a esta obra.

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